Ya la hora no tiene destino
se desmoronó la paciencia.
La soledad de para siempre
se instaló impertinente.
Y aunque se caiga el mundo,
la soledad, ésa, la de para siempre,
la arrinconaré, junto contigo,
allí, en el mas profundo abismo
de tu mente ingrata.
La soledad de para siempre
se instaló impertinente.
Y aunque se caiga el mundo,
la soledad, ésa, la de para siempre,
la arrinconaré, junto contigo,
allí, en el mas profundo abismo
de tu mente ingrata.
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