sábado, 30 de mayo de 2009

HABLÉ CON ELLA




Cuando miro a las estrellas
siento la inmensidad de los que ya no están.
Te conocí poco, quizás te quise menos de lo que hubiera querido,
circunstancias de la vida no me dieron tiempo.
Aquella tarde a la vera del sol, hablé con ella, me contó su último
acto de amor, me contó como te llevó al lecho donde descansas.
Fue ella, cuando te fuíste, que vió como las Parcas te abrazaron.
Ella te dió la mano para entrar en ti hasta el infinito de tu ser,
atrapar tu esencia para esconderla en la palma de su mano.
Y cuando pasó el tiempo llegaron a su regazo tus cenizas,
te dejó en su cabecera como si estuvieras ahí, estabas ahí,
fue como tenerte otra vez en un abrazo desde la eternidad.
Sabía que te hubiera gustado descansar a su lado,
amorosa hermana, la que cerraba asuntos
y la que abría sonrisas, a la que sentías como a una madre.
Ella, tu esposa, tu bienamada, rumbeó hacia el mar, calmo, plano
como un plato, cerró los ojos,
y liberó tu materia al libre albedrío de las ondas de la marea.
Allí estaba, esperándo, para llevarte a jugar como cuando eran niños.
Pero no te quisiste ir sin darle la última caricia, una brisa extraña,
salida de no se sabe donde, dispersó tus cenizas sobre ella.
Éste, también, tu último gesto de amor en este mundo material.

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